Un descanso pobre podría predecir un comportamiento problemático por parte de los infantes

Un estudio recientemente publicado en Developmental Neuropsychology encuentra que existe un vínculo muy definido entre el sueño precario de algunos infantes y un compromiso en la atención y la conducta en esta etapa de la vida. La investigación descubrió que los bebés de un año padecientes de sueño precario eran más propensos a tener dificultades a la hora de concentrarse y a mostrar problemas de conducta entre los tres y cuatro años de edad.

La investigación fue dirigida por el profesor Avi Sadeh, de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Tel Aviv, y fue hecha por un equipo que incluyó a los colegas Yael Guri y el profesor Yair Bar-Haim, la doctora Gali de Marcas, de la Escuela de Educación «Gordon» de Haifa, y la profesora Andrea Berger y la doctora Liat Tikotzky de la Universidad «Ben Gurión» del Néguev.

Un indicador de problemas en el futuro

«Muchos padres sienten que, después de pasar una noche sin haber dormido lo suficiente, su bebé no está en «buen estado». Sin embargo, la preocupación de fondo consiste en determinar si los problemas de sueño del infante, esto es, sueño interrumpido o el hecho de que los infantes se despiertan con frecuencia por la noche, constituyen indicadores de dificultades potenciales en el desarrollo», señala el profesor Sadeh. «El hecho de que un sueño precario en los infantes prediga irregularidades potenciales en la conducta y la atención nunca antes se comprobó con la ayuda de medidas objetivas».

El equipo analizó el patrón de sueño de infantes en el Laboratorio para Desórdenes del Sueño en los Niños de la Universidad de Tel Aviv, en el que el profesor Sadeh se desempeña como director. El estudio inicial incluyó a 87 bebés de un año de edad y a sus padres. Estos asistieron nuevamente al laboratorio cuando los niños cumplieron entre tres y cuatro años de edad. De acuerdo con el estudio, «cuando los niños que se relajan solos se despiertan por la noche, los padres ni se dan por enterados». «Por lo tanto, es necesario adoptar medidas objetivas a la hora de lograr el sueño en los infantes cuando se evalúa el papel que le cabe a la consolidación o la fragmentación del sueño y su impacto potencial del niño en desarrollo».

Para lograr este cometido, los investigadores se valieron de dispositivos similares a relojes-pulsera con el fin de determinar con objetividad patrones de sueño al año de edad, y en las sesiones de seguimiento emplearon un test computarizado de atención, la tarea espacial de Stroop, para evaluar el control ejecutivo de la atención. También echaron mano de los informes de los padres para detectar indicios de problemas de conducta.

Los resultados revelaron la presencia de correlaciones de peso, concomitantes y predictivas, entre el sueño del infante y la regulación de la atención y los problemas de conducta. El estudio señala la existencia de vínculos de importancia entre la calidad de los marcadores de sueño (porcentaje de sueño y cantidad de interrupciones de este durante la noche) al año de edad, y los marcadores de regulación de la conducta y la atención de dos a tres años más tarde.

¿Será genético?

«Desconocemos las causas subyacentes relacionadas con una calidad pobre de sueño y los problemas que más tarde se dan en la regulación de la conducta en estos niños», afirma el profesor Sadeh.

Podría deberse a causas genéticas o ambientales que afecten de manera adversa tanto el sueño del niño como el desarrollo en otros terrenos. Sin embargo, nuestros hallazgos hacen hincapié en la importancia de hacer un diagnóstico y tratamiento temprano de los problemas de sueño en infantes y niños jóvenes. Una intervención a tiempo, ante la presencia de problemas de sueño en los infantes, que resulta muy efectiva a la hora de mejorar la calidad del sueño, podría mejorar más tarde la regulación de la conducta y la atención.

En esta etapa, los investigadores analizan las características subyacentes de aquellos niños considerados de «buen dormir», desde los nueve a los dieciocho meses.